Absolutamente pendiente de todos tus gestos, intento desmenuzar en mi mente todo aquello que pueda ser el desencadenante de lo que te mantiene completamente abstraído.
- No, no… Está bien así… –Lo dices como si no hubieras percibido el verdadero sentido del comentario—.
Mas como reanudas el gesto de volver a concentrarte en la taza, decido no concederte ni un segundo más de tregua.
- ¿Qué te preocupa tanto? –Te lanzo la pregunta mientras observo con atención el más nimio de tus gestos—.
- ¿Cómo podemos llegar a ser tan estúpidos los seres humanos?
Tu reacción me deja tan frío como el café que aún no has probado. Lo has dicho como sin fuerzas, desfallecido, vencido por un pesar que no alcanzo a comprender y que aplasta tus hombros caídos con una fuerza más pesada que la de la gravedad.
- ¿No te entiendo? ¿A qué te refieres?
- ¿Qué acontecimiento lúdico, por mucho que lo sea, puede justificar que una treintena de personas decidan cruzar la vía del tren por no esperar a cruzar por un paso subterráneo?
Que un grupo tan numeroso bajase del tren en Castelldefels y cruzara en tromba las vías para llegar a la playa, donde se iba a realizar un acontecimiento festivo con motivo de la verbena de San Juan, me tiene absolutamente atónito.
- Lo cierto es que yo también me lo he preguntado. Y no tengo la respuesta. Creo que nadie la tiene, pero al parecer el paso subterráneo estaba colapsado por el número de personas que se dirigían al mismo lugar.
- ¿Y qué pasa, que no podían aguardar su turno como en cualquier cola? Todos eran, en su mayor parte, de origen sudamericano. ¿Cuántas veces habrán tenido que aguardar durante horas a la puerta de una comisaría para regular su situación legal en España?
- Sí. Estoy de acuerdo. No huían de un incendio por la única vía de escape, sino que iban a celebrar una fiesta. Solo hubieran tardado unos minutos en cruzar, porque frente a todo lo que se ha dicho, el pasadizo es de casi 3 metros y medio de ancho y caben 8 personas en paralelo.

Más calmado tras el estallido, ajeno por completo al interés que has despertado en la concurrencia, mueves la cabeza de lado a lado intentando desechar la ira que amenaza con provocarte un colapso arterial.
Poco a poco, nuestros vecinos vuelven a sus asuntos y el barman prosigue con su labor de limpiar y ordenar los anaqueles repletos de botellas llenas y vasos vacíos, mientras de vez en cuando nos lanzan de reojo una mirada previsora.
- Tampoco yo lo entiendo —te digo, por decir algo—, pero lo cierto es que todos debemos llevar un gen defectuoso que nos impulsa a jugarnos la vida cuando estamos aburridos de ella… Como si quisiéramos echarle un reto al tren que no puede ser otra cosa que un reto a la muerte.
- Un gen defectuoso… –Repites mis palabras como si las estuvieras masticando— Algo de eso debe haber circulando en nuestra sangre, porque de otra manera no lo comprendo. ¿Te acuerdas de las imágenes que veíamos hace unos días de aquellos chicos que se tendían entre las vías y dejaban que el tren pasara sobre ellos?
- El mero recuerdo me sacude el cuerpo con un escalofrío y aunque sean episodios diferentes, distintos comportamientos humanos, no dejan de tener en común la apatía y hasta el desprecio por uno de los mayores cometidos que debiéramos tener: el de la salvaguarda de nuestra integridad y el respeto y la conmiseración por aquellos que sufren por nosotros cuando la perdemos.
Me pregunto si esas fotos que vimos reflejan un acto de valentía o de locura.






- ¿Te enteraste de que apenas 36 horas después de la tragedia de Castelldefels, una mujer cruzaba las vías por el mismo punto del accidente? —Tu comentario me recuerda la indignación que me asaltó cuando leí la noticia—.
- Sí. Y al ser reprendida por los vigilantes que le pidieron que se identificara dijo no saber que no se podía cruzar y se negó a facilitar su identificación…
- …Hasta que retenida por los vigilantes, tuvo que hacerlo ante los Mossos d’Esquadra… —remachas un tanto borde— Parece que los turistas que nos visitan conocen nuestras leyes y sus derechos mejor que nosotros.
- ¡Calla! Pues ya que estaba informada de su no obligación a identificarse ante los vigilantes, se la debe suponer al tanto también de que el artículo 64 de ley ferroviaria de Cataluña dispone que cruzar las vías fuera de los lugares habilitados es una infracción grave multada con entre 6.000 y 30.000 euros… Y ya que la ley lo dispone, que se aplique. Con todo su rigor. Porque debemos recordar además, que el desconocimiento de las leyes no nos exime de su cumplimiento y eso debe valer tanto para nosotros, como para nuestros visitantes… Que parece que antes de venir se leen hasta nuestra Constitución —confieso que lo he dicho con todas mis ganas; ojalá se llevara a la práctica, pero no lo tengo muy claro—.
- No hay nada que pueda justificar la insensatez de esas personas que cruzaron las vías. Ninguna verbena merece que le entreguemos nuestra vida a la muerte. Lo que aguardaba a toda esa gente al otro lado, no valía el dolor imperecedero de sus familias, que no dejarán de llorar mientras vivan. Guardemos, amigo mío, un minuto de silencio por toda esa gente que llora tanta estupidez y alegrémonos de que el tren no descarrilara originando una tragedia mayor.
¡Qué más da, mientras seamos afortunados por poderlo contar!
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