miércoles, 1 de mayo de 2013

6.202.700... y creciendo

Leo en tu mirada tal indignación, que forzosamente tiene que ser muy serio. Mientras voy consumiendo las páginas del periódico, que para variar no cuentan nada nuevo, pero que en todo caso no es bueno, te voy mirando de soslayo para que la explosión de ira que inevitablemente se producirá, no me encuentre desprevenido.

Hay suficientes ingredientes en el caldo de cultivo de la actualidad, como para preparar un indigesto mejunje que nos produzca úlceras sangrantes en el estómago. No pasa un día en que no nos den una nueva ducha de agua fría, a costa de los parados, de las pensiones o de la banca.

Los miembros del gobierno dicen una cosa y la contraria, un día sí y otro también; el presidente está la mayor parte del tiempo fuera de escena y cuando aparece, siembra más confusión y malestar; los más de 6.200.000 parados son de auténtica vergüenza nacional y cada vez que alguien levanta la alfombra para mirar debajo, resurge con crudeza toda la corrupción que ha estado tapando durante años.

Quizás no todo esté perdido, pero lo cierto es que lo parece.
Enzarzados hasta el hastío en el
'Tú más', no saben cómo ponerse a trabajar para intentar al menos corregir, las medidas que han demostrado no ya ser ineficaces, sino culpables de un mayor empobrecimiento de la población.

Navegando en un mar embravecido, a bordo de una nave resquebrajada por los embates de la tempestad, que nos azota desde hace varios años, y con una brújula trucada por Angela Merkel y sus oscuros y a la vez transparentes intereses particulares, no nos queda ya más que esperar lo peor.
Con la economía familiar diluyéndose por el desagüe, pedimos 41.400 millones para recapitalizar a la banca doméstica, mientras entregamos un donativo de 42.000 millones para el rescate de Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre. O sea, un cambio de cromos con el que salimos perdiendo.

Personas que nunca se hubieran imaginado frente al domicilio de un político para exigirle responsabilidades, desesperados ven en ello la única vía para obligarle a tomar conciencia.
Que un parado de larga duración, italiano, la emprendiera a tiros con unos policías cuando su objetivo eran los políticos, es una clara señal de alarma que destella con fogonazos cegadores advirtiéndonos de que lo peor puede estar a punto de llegar. La desesperación es un acicate imprevisible que puede nublar los sentidos de la persona más equilibrada.
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@pascuapuntocom