miércoles, 2 de mayo de 2007

Crónica de un día cualquiera

Una de las cosas que más me gustan (y me gustan unas cuantas, créanme), es conducir. Por razones de mi trabajo, todas las mañanas realizo en coche un trayecto de no más de cinco kilómetros, que sin embargo me agota durante una hora de reloj… Y de atascos insufribles.

Estar durante una hora diaria, a solas, encerrado tras los cristales que al exterior solo vierten tu imagen, pero que sin embargo te permiten ser testigo de multitud de acontecimientos, puede ser asfixiante… A no ser, que aprendas a integrarte en ese contexto cotidiano en el que te mueves, y al que perteneces.

Naturalmente, un trayecto más o menos largo por la ciudad tiene, además de los atascos, otras perspectivas a las cuales podemos asomarnos con una pequeña sonrisa, para empezar la jornada con optimismo. Veamos:

El conductor que se detiene a mi derecha (obligado por el mismo semáforo que me detiene a mí), se entretiene en mirar con ansiedad su teléfono móvil, que parece haberle declarado la indiferencia más absoluta, porque no le obsequia con una triste llamada que llevarse a la oreja. ¡Cuánta soledad y abandono! [...] Sigue leyendo

@pascuapuntocom

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